Ciudad viva, ciudad muerta | Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre | Dibujo de Eduardo Vicente

Todo es así. Todo es vivir finando.
Oh, qué despacio va el vivir quemado,
vivir bajo las ropas abrasadas,
trajes pesados que se removiesen
entre un crujir de huesos extinguidos.
Sólo sombras o escarnio nos saludan.
“Adiós, marquesa.” “Adiós, Lulú bendita.”
Pasa un obispo con sus hopalandas.
Una sonrisa dura sobrevive.
Hay una alondra cerca, desviada.
Una enorme lechuza cruza en las sombras.
“Oh, señorita hermosa, la he mirado
todo cristal en el atardecer,
mientras mis dolorosas efusiones
hierven como un metal que recordase.
Oh, sí, hermoso es querer. Lo sé. Lo fundo.
Hermoso es el vivir bajo las vainas,
mientras los abatidos resplandores
en estertor postrero finan, finan.”
Pasan los coroneles fundadores.
Las dulces abadesas trastornadas.
Niños de celofanes quebradísimos,
y en el confín se ve, desnudo,
un naipe triste que se pone y funde.
Oh ciudad hacia nunca, oh ciudad quieta.
Coronada de pájaros implumes,
roncas gargantas que la rematasen,
mientras huyen en negro sordas plumas.
Un emorme sombrero da una sombra.
Alguien micciona un agua amarillenta.
Enormemente quieta está cayendo.
¡Oh, la grandiosa plaza rebosando!

Vicente Aleixandre (1898-1984)
Premio Nobel de Literatura 1977
(De ‘En un vasto dominio’, 1962, Capítulo III: Ciudad viva, ciudad muerta)

Añadir nuevo comentario