Desnudo | Guillermo Sastre

Guillermo Sastre | España
Abscisa hojarasca a la hora del sueño,
 
inmensa cuando el intratable delirio 
 
le amarrase en sus gerundios.
 
Escucha el pregón con el dolor de huesos
 
por vaciar un río cuando vicia pantorrilla.
 
La delicadeza, con lutos después de soñarle,
 
tiene indeleble la delicia amarilla cuando le besaba
 
y la ruina derrumbada sobre su mente
 
con su lengua rozaba, largo cuello que tienta.
 
Tan quebradiza como fierecilla 
 
al amar el minuto mágico,
 
resplandeciente a la sutileza de rol pragmático,
 
sabia como el mundo que aún no le ha poseído,
 
tierna como un caramelo de miel y rico azúcar.
 
Sutil beso al morral junto a sus poemas,
 
fractal loquísimo le sacrifica como a un santo
 
y no ríe por vagar en su exilio,
 
ignoto deseo en lucha del destino.
 
Siente que sus venas se hielan moribundas sin vida
 
e incoherente el alma se despeña hacia pendientes,
 
como una frágil vajilla que cae de la mesa
 
sobre la alfombra y amargamente se rompe.
 
Al relente de su limbo donde luce el miedo
 
y es duro el negro duelo sin sus besos, ni sueño,
 
desastre en el que encalla fuertemente, de repente,
 
sin el dulce de su lengua ansiada.
 
Y él, ansioso precipicio
 
donde caen a pedazos los deseos
 
cuando en la mañana abre la ventana el hielo
 
y por su alfeizar se precipita
 
a rocas, el estertor, muerto en vida,
 
y se marchita muriendo por su loco vello.
 
Y él, escozor, infeliz por sedienta cama,
 
abrazos prendidos sin rumbo al ramaje
 
al que se enzarza con su armazón angustiado
 
cuando vuela por ende junto almas gemelas.
 
Y esos ligueros, azucarados, con venas que arden,
 
acerico cubierto de alfileres con guiso, 
 
al loco e impropio opio que su boca atenaza,
 
cuando los poemas liman, estancia le aguazan.
 
¡Oh levedad, oh amar noche de saqueo,
 
saqueo al cuerpo que ama por su pozo más fecundo,
 
palma suave que conviene a su seno lacteado,
 
dulce el río del amor y que salive su sexo...!
 
 

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