El cielo ya no está tan bajo como
el jueves de la crucifixión anterior
cuando hasta los niños de mi edad
podían tocarlo casi con mi mano
no ya la luz, el misterio colgando
de mi ventana como un trapo viejo
de Van Gogh
el infinito sólo tiene falsas puertas
de acceso, y un hall vengativo
hacia Dios
pero no tiene sangre de camello
para cruzar el desierto
ni tanta piedad que hiela doce vasos
de sed.
Bebemos el cielo rojo que vomitan
las aves del paraíso que cada hombre
anhelaría con tal desprecio simultáneo
si en el estuche de sus almas alguna
impaciencia se transformara en
espejito de amaranto
simulando un ascenso inaudible
de áspid manso
los ángeles rugen dentro de las botellas
de vino a las que todos, por turno,
venimos a orinar.
José Alejandro Peña
(Santo Domingo, República Dominicana, 1964)
(De 'Mañana, el Paraíso' - Ediciones El Salvaje Refinado - Estados Unidos, 2002)
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