Ciudad viva, ciudad muerta | Vicente Aleixandre
Todo es así. Todo es vivir finando.
Oh, qué despacio va el vivir quemado,
vivir bajo las ropas abrasadas,
trajes pesados que se removiesen
entre un crujir de huesos extinguidos.
Sólo sombras o escarnio nos saludan.
“Adiós, marquesa.” “Adiós, Lulú bendita.”
Pasa un obispo con sus hopalandas.
Una sonrisa dura sobrevive.
Hay una alondra cerca, desviada.