Quieres que te siga los pasos subterráneos
y me abandone a tus coordenadas
de rosa de los vientos siempre girando.
Habitas tierras ungidas de inocencia
regresando a los páramos cuando se anegan
los finos riachuelos que te aburren las hormonas.
Aúllas a ratos, sacándome los dientes de salvaje:
Wild. A wolf in the dark night.
Tirar de mi cuerda y mis cadenas,
someterme a tu mirada de oscuro descaro
herido de vida, de calles mojadas de esperpento;
herido de pieles, de ojos y ausencias irremplazables.
Tirar de mi cuerda, regar tus flores,
morderme las heridas y descargar el dolor en mi carne
que ya es fantasma de tus pasos,
efímero murmullo de amor imposible.
Permanece enganchado a las células,
al ocaso de los besos prohibidos y rotos
―no se aguantan de oscuro deseo,
de duda ignorada y no importe el abismo―.
Permanece enganchado a la sangre,
futuras gotas de asesinato rabioso:
Mordiscos de furia, no tenerse nunca.
Amar y postergarse al retiro,
al abuso del vacío en los brazos de otros.
Quizás no tengamos un fin.
El tira y afloja de las tempestades
nos mira a los ojos para ahogarnos de vacío:
infinito pesar de la gana vencida para no cansarse
y sentir ese pequeño dolor en todos los átomos
y saber con fuerza que estamos vivos…
y que nos pensamos amargamente.
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