Derecho a la esperanza | Andra Gabriela Prodea

¡Viva la Paz!

Nadie nota que la paz por muy forcejuda que sea

no tiene suficientes agallas para empujar con fuerza

los odios que avanzan como un río desbordante

en la soledad que se aferra a cualquier hilo de fe

con tal de no resbalar al fondo de la madriguera

donde espera el miedo bien sentadito

abanicando nuestra modesta terquedad

de quitarnos las lacras de encima lo más pronto posible.

Hasta nuestro silencio resulta un tanto complicado

cuando de sellar un acuerdo con el odio se trata 

que se cuela sutilmente en el pañuelo de miles de gargantas

capaces de llorar hasta la desembocadura

a fin de ganarse el derecho a ser regadas

como si fueran pequeños capullos que están por brotar

usando su primerizo hilo de voz

para llamarnos la atención sobre la esperanza

que se asfixia en su recinto lleno hasta el tope

de pichones en todo su esplendor.

La venerable manada de palomas traza con ahinco

una recta de nostalgias que salieron indemnes

de los plomazos clandestinamente generosos

cuyas balas nos llueven a menudo

porque nos tomó mucho hasta gritar:

¡Viva la Paz!

 

Andra Gabriela Prodea

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