Los poetas de Esmeralda

Rafael Alberti | España

En el artículo "In Memoriam", del 28 de febrero de 2005, publicaba unos poemas de mis poetas favoritos en lengua castellana: Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández y Pablo Neruda. Hoy les toca el turno a los poetas por los que ha votado mi querida amiga Esmeralda, a saber: Alberti, Celaya, Hierro y Mistral. ¡Va por ellos!

NOCTURNO
Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre se escucha que transita solamente la rabia, que en los tuétanos tiembla despabilado el odio y en las médulas arde continua la venganza, las palabras entonces no sirven, son palabras. Balas, Balas. Manifiestos, artículos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas, ¡Qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que de borrar el agua! Balas, Balas Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste, lo desgraciado y muerto que tiene una garganta cuando desde el abismo de su idioma quisiera gritar lo que no puede por imposible, y calla. Balas, Balas Siento esta noche heridas de muerte las palabras.
Firma de Rafael Alberti
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LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
(De "Cantos iberos", 1955)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo. Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a si mismo. Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica, qué puedo. Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Firma de Gabriel Celaya
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LAMENTACIÓN
¡Hemos tenido tantas cosas que decir, y no se dijeron! Prodigiosas palabras jóvenes para herir los oídos viejos. Maravillosas melodías, cantos inéditos. Hemos cantado todos juntos y hemos llorado en el silencio. Aprendimos muy dura ciencia a costa de los propios sueños. ¡Hemos tenido tantas cosas que decir, y no se dijeron! ¡Hemos salvado tan alegres los sombríos presentimientos! Hemos amado cada tallo, cada frío harapo de invierno, cada gota de madrugada con tan loca avidez, sabiendo que éamos carne de una fábula que alguien vivía en el misterio! Tan hermosas canciones! Ráfagas tan ardientes que nos hirieron. Música de astros interiores que nacían en nuestro reino. Flautas tañidas, en la tarde, por las manos vagas del sueño. ¡Y tantas limpias hermosuras como cayeron! Y girar sin fin en el alba con la oscura palabra dentro, con el cantar a flor de vida ignorando el remoto término. ¡Hemos tenido tantas cosas que decir, y no se dijeron! Y miramos cómo en el aire vuela la música sin dueño, sin que podamos apresarla con nuestros torpes instrumentos.
Firma de Jose Hierro
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EL PENSADOR DE RODIN
A Laura Rodig
Con el mentón caído sobre la mano ruda, el Pensador se acuerda que es carne de la huesa, carne fatal, delante del destino desnuda, carne que odia la muerte, y tembló de belleza. Y tembló de amor, toda su primavera ardiente, y ahora, al otoño, anégase de verdad y tristeza. El "de morir tenemos" pasa sobre su frente, en todo agudo bronce, cuando la noche empieza. Y en la angustia, sus músculos se hienden, sufridores. Cada surco en la carne se llena de terrores. Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor fuerte que le llama en los bronces... Y no hay árbol torcido de sol en la llanura, ni león de flanco herido, crispados como este hombre que medita en la muerte.
Firma Gabriela Mistral>
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