Tus labios de espiral me reciben
como el pistilo de las flores
la lengua de las mariposas.
El polen exquisito del ósculo
embellecido por la sensación infame
de creer tenerte.
Tus pestañas fecundas me acarician
la garganta que grita en mis ojos,
que son embarcaderos vacíos
las veces que rezuma el dolor
y anega la visión, el roce tranquilo
de las pupilas enfrentadas.
Tus dedos de marfil me sostienen
en la latitud circunspecta de tu aura,
en la luz de tus esquinas redondas,
en la eternidad de tus palabras encantadas...
y satisfecha, ¡ay de mí!
Hay de tí, en mis uñas pintadas.
Añadir nuevo comentario