Nunca estuve en el desierto...
pero lo trajiste contigo
y me cubrió con su arena.
Como momia,
petrificada en la soledad
de nuestra casa
seca y atemporal,
sobreviví a tu ignorancia.
Y un día, algo se movería en la galaxia
pues mi cuerpo se llenó de nuevo
y resurgí de las arenas,
dejándote en tu isla entre poemas rotos y escrituras
que te dí para que leyeras sin prisa
mientras me alejaba.
Ángela Sayago Martínez
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