Fue naufragio donde no hubo deseo,
solo tierra, solo estertores de aburrimiento
y bocanadas de humo sin significado.
Fue la muerte, no querida, en mis premoniciones
pues el agua putrefacta que tapaba mis tobillos
había arrancado ya, todas las pieles de mis pies
en un intento iracundo de someterme a la mugre.
Fue la rabia en las habitaciones vacías
de una mente que no era mía
y que cerraba toda ventana al oxígeno.
Fue la asfixia intuyendo la mano alejada
de las amapolas rojas que crecían en mi garganta.
Fue la lluvia en todos mis huesos
anegando mi cuerpo insensible.
Era mi piel de cemento y mis nervios
luchando por salir de las grietas de lo estático.
Hoy, solo hoy, permanezco estacionaria
sin sentir el fuego quemarme,
abrasarme hasta hallarme ceniza…
o pupila inerte en una caja de madera,
sin sedas ni flores, solo naranja, solo tierra.
Y deseando haber encontrado un ápice de sentimiento
me diluí convirtiéndome en Leteo. Y ya no era.
Estigia tú, aunque te pienso ciénaga.
Yo sigo siendo Lete…
pero el Infierno y su quemazón
devienen en otra espera.
Ángela Sayago Martínez