Miserable día. Sólo el capote de un simio asoma en las calles, como si el Ojo hubiese
perdido, al inclinarse, el Alma. El día descarga sus sacos pesados. En una esquina el Ojo
se detiene. Al ver hacia atrás, cree tener las exactas palabras que el Amor valora. Pero
es hacia delante donde el Corazón empuja. Intenta que las rodillas no se conviertan en el
mapa de las derrotas. El Ojo se mueve brusco de una sien a otra. El Ojo espera que la
lluvia lave el salón abandonado en que se ha convertido lo visto. De los aguaceros llega
alivio para el Cuerpo cansado. Ahora el Ojo descansa esperando no sentir que la tierra
asusta, como él, con sólo cerrarse.
Samuel Bossini
(De 'Mundo Natural' | Poesía Parte I)