Poema dedicado a mi sastre favorito.
Te fuiste sin más, sin mí,
para no volver nunca a coger
una aguja y coser alegría.
Nos dejaste en el vacío de
la incertidumbre y la soledad,
pero hemos conseguido vencer
esa batalla con escudos de recuerdos.
Me encantaría verte otra vez,
que pudieses hacer un dobladillo de esperanza,
y un bordado de paciencia para todos nosotros,
los tuyos.
Antes de irte a dormir a las nubes
me dejaste inundada de ti,
y una misión para poder hacerte feliz.
He de decirte que lo he intentado, de verdad.
Me he quitado sonrisas y fuerzas para dárselas
a esas personas que dejaste rotas.
Todavía sigues aquí, como siempre.
La próxima vez, en nuestro reencuentro
con el destino cada día diez, aprenderé
a elegir el hilo adecuado que nos permita
seguir adelante con tu taller de vida, cerrado.